Wednesday, August 18, 2010

TEOLOGIA DE LA BELIGERANCIA



Desde que existe la especie humana existe el mito de la “guerra de los dioses”, una contienda divina que da una explicación religiosa y espiritual a las cuestiones más fundamentales de la existencia del animal humano. En todos los pueblos del mundo se repite la misma leyenda de la contienda entre “dioses” que determina los acontecimientos históricos de los pueblos. Según este mito, los dioses están en una guerra desde el “comienzo de los tiempos”, las fuerzas divinas luchan entre sí por alcanzar la “victoria divina final”, y la especie humana estaría en medio de la gran batalla. El símbolo de la guerra de los dioses no es solo un producto de la imaginación ni de lo psíquico y mental arquetípico, este símbolo está impregnado en la sangre humana, en su inconsciente, en sus leyendas y mitos, en su cultura. Además, el símbolo del “héroe”-“guerrero” es como la piedra angular que sostiene toda la mitología de la batalla entre los mundos. La vida del “héroe” es un camino iniciático, como en un teatro, divierte a los “dioses” y simboliza la lucha para llegar a la realización de la “victoria divina final”. En todos los mitos el héroe está sometido y esclavizado a la voluntad de los dioses, “Nul èchape son destin”.

Para estas explicaciones míticas de los misterios más fundamentales de la existencia (como la razón de ser de todo lo que existe), el mundo en sí es un campo de guerra entre fuerzas divinas. La existencia misma sería una batalla, la vida una epopeya, la realidad un combate. La vida del “héroe” - “guerrero” estaría marcada por acontecimientos cruciales en los cuales tiene que vencer a sus enemigos y a sí mismo para alcanzar la “realización”, la “plenitud”, “el éxtasis de la victoria divina”. El “héroe”-“guerrero”, al experimentar lo divino, cambia el mundo por cada acto y cada palabra que realice, ya que su vida trastoca lo más íntimo de la naturaleza y de la especie humana, y en su cuerpo, en su vida, como un templo sagrado, habitan las fuerzas divinas en contienda. Al tener el cuerpo físico en estado de alerta hacia lo desconocido, en estado de guerra con la mente abierta al infinito y hacia la eternidad, se hacen presentes las misteriosas fuerzas de la divinidad, participa así de “lo divino”. El héroe es el puente hacia la divinidad, une el cielo con la tierra, forma parte de la guerra de los dioses y lucha por su liberación total, su existencia justifica la totalidad, es la razón de ser de todas las cosas, y por eso es divino.

Si pensamos que esta “guerra de los dioses” de los mitos, no solamente se encuentra en el campo de lo psíquico sino también en lo físico, y si hacemos el salto transracional por explicar la guerra de la divinidad, tendríamos que empezar reconociendo, sin las trabas de la lógica, que existe lo “divino” en la realidad concreta, lo misterioso que sólo el arte lo ha podido dilucidar. Lo “divino” es algo real, una experiencia misma de la vida, es la vida misma. Mientras exista alguien que haya vivido la experiencia de lo divino, el misterio de la “guerra de los dioses” estará presente y su liberación estará en juego. Sin los prejuicios subjetivos y dogmáticos religiosos se puede entender este fenómeno, a pesar de que para explicar la experiencia de lo “divino” las palabras quedan cortas, está en lo inefable, en lo misterioso y sólo en los símbolos, en el arte, se puede verificar lo “oculto” de su significado, y de su fuente de energía, de donde proviene todo.

La experiencia de lo “divino” es un asunto de la filosofía de la vida: cuando hablamos del misterio de la divinidad, es la vida la que experimenta lo divino, es la vida en expansión. La experiencia humana del “éxtasis místico”, “experiencia de la totalidad” o “iluminación” hace que la vida participe de lo “divino”, de la “plenitud”, de la “realización”, “del éxtasis inefable”, “ambrosía”. Es la máxima potencialidad de la vida humana llevada a la cumbre del espíritu, parecido a la imperturbabilidad de la piedra. Es estar integrado en la fuerza ilimitada del inmenso campo electromagnético del número infinito de universos que se expanden hasta el infinito del espacio. Es como sentir en sí mismo la extensión del espíritu hacia la posibilidad de nuestro máximo potencial, actualizando la eternidad. Esta experiencia vital de la divinidad no tiene nada que ver con servir a “dioses superiores desconocidos”, o a “hermanos mayores”, es la expansión soberana de la vida llevada a su máximo potencial, la experiencia de la divinidad ve como hormigas a todas las adoraciones humanas.

El craso error de la interpretación de lo “divino” es personificarlo con la experiencia de un tal “Dios”, inventando a un “ser superior” externo a lo humano base del servilismo del espíritu, la decadencia, la abyección, el complejo de inferioridad, enajenándose y separando la esencia misma de su experiencia para servir a los supuestos “Dioses-superiores” y jerárquicos sádicos enfermos por el poder, que con sus ideologías le aliviaron el miedo y cobardía al rebaño humano del misterio tremendo que es la experiencia con el infinito. Cuando apareció en la psique colectiva la imagen de un “Ser-Superior” (ario o judío) comenzó la debacle, es el síntoma de la decadencia, el retroceso, el complejo de inferioridad, el servilismo del espíritu, la podredumbre espiritual, el oprobio mental, cuando el enajenado y abyecto humano, que no estaba preparado para recibir el espíritu del infinito, llamó “Dios-superior” a su experiencia personal con lo divino, desatando terribles e irreversibles consecuencias para detrimento de toda la especie humana.

Es cuando empieza realmente lo que llamamos “guerra de los dioses”, cuando se engendra la servidumbre espiritual del esclavo humano, arruinando su espíritu libre con el símbolo de la “superioridad-inferioridad”, de la “obediencia y mando” propio del fascismo religioso, cuando se inventaron a “Dios” para imponer un orden y un sistema, explicando el misterio inefable con viles mentiras (como la existencia de un tal “demiurgo creador”, la creencia del dogma indo-ario judío). Se denigraron a sí mismos para beneplácito de las nefastas formas psíquicas de la abyección y de la manipulación de la forma piramidal de la “superioridad e inferioridad”. Estas formas mentales fachas engendraron las serviles religiones institucionalizadas y han poseído al decadente espíritu del rebaño del esclavo humano, que ha derrumbado su integridad, su dignidad, y se ha extirpado la plenitud y la realización para beneplácito de los “superiores desconocidos”. Se ha enjaulado a sí mismo en terribles dogmas y símbolos para aliviar su mísera angustia, en el oprobio de la religión y de la ideología ha construido castillos de aire que se pueden desvanecer con un soplido. El miedo al misterio del infinito que termina en odio y dolor, es el caldo de cultivo de las religiones, de las ideologías filosófico-religiosas e ideoplasmas de un paradigma específico, el servilismo del espíritu (como el gnosticismo), el instinto de rebaño, la decadencia y la abyección…

El “héroe”-“guerrero” que se ha desembarazado de la pesadumbre del servilismo hacia cualquier ideología o “dios”, o “causa divina”, se libera a sí mismo, rompe con las cadenas psíquicas y parásitos mentales del dogma que le impiden experimentar lo divino del infinito. En una guerra interior y exterior es vehículo de la “victoria divina”, pues venciéndose a sí mismo obtiene la victoria última. Cuando, batalla tras batalla, elimina de su interior las formas psíquicas de la servidumbre espiritual, se convierte en un ser libre y soberano, sin limitaciones, sin trabas, abierto al juego de la profundidad del espacio infinito, se ha convertido en un espíritu libre, abierto a la posibilidad de su máximo potencial. Entonces gana la absurda “guerra de los dioses” y obtiene su liberación porque se da cuenta que en verdad… NO HAY DIOSES, porque se ve a sí mismo en el inmenso campo electromagnético del infinito universo, sabe que lleva la eternidad en sí mismo, es más que un dios, está por encima de toda contienda entre dioses, ha actualizado la eternidad y ha experimentado lo divino, ha vivido el silencio primordial que eleva el espíritu hacia la cumbre.

De allí que las religiones institucionalizadas y pseudo filosofías-religiosas de la nueva era formen parte de la contra-divinidad, su objetivo principal es evitar que el “héroe”-“guerrero” experimente el éxtasis del infinito, toda ideología impuesta, todo dogma, todo sistema de creencias religiosas y plasmas paradigmáticos, toda filosofía absolutistas, todos los mitos, alejan al espíritu libre de su divinidad interior, se encasilla en moldes sociales que arruinan su espíritu de la creatividad única e irrepetible, se envilece en la masificación. Toda estructura mental ideada desde las oficinas del poder es enemiga del “héroe”-“guerrero” que anhela liberarse de las formas psíquicas de la servidumbre. Reconoce que todas las religiones y sectas son veneno para el espíritu, sabe que su realización está por encima de todo sistema de creencias, él mismo es su propio “Creador”, él mismo es su “libertador”. El héroe está en guerra contra el orden religioso establecido porque el espíritu libre siempre estará en guerra contra la hipocresía que impide la realización y plenitud. Y con determinación, super-voluntad, honor y valentía aplasta al parásito psíquico mítico que molesta y estorba en el camino de su integridad y éxtasis.

Para quien ha experimentado el éxtasis de la expansión espiritual al infinito, la “guerra de los dioses” se presenta como una guerra de hormigas, como una transposición mental de la visión cuadrada y cerrada del nefasto mito maniqueo del dualismo… la “guerra de los dioses” se reduce a una forma psíquica mental de la lucha de los contrarios, la dialéctica de los opuestos que ha engendrado ideogramas filosóficos religiosos nefastos como el maniqueísmo del “bien- mal”, o el dualismo del gnosticismo, “materia- espíritu”. Otro símbolo de los dualismos: ángeles contra demonios, demiurgos contra hiperbóreos, devas contra asuras, la luz contra la oscuridad, el hielo contra el fuego, el bien contra el mal, judíos contra arios, la materia contra el espíritu, la hermandad blanca contra la hermandad negra, etc. etc. etc.

Sin embargo, no existiera ninguna “guerra de los dioses” si integraríamos las dos partes de la dualidad en una sola, si nos salimos de su campo de acción mental visualizáramos que el par de opuestos son “gradaciones” de una sola cosa (la luz es un grado de oscuridad, así como la oscuridad es un grado de la luz, son distintos matices de lo mismo, la luz no necesariamente está en guerra contra la oscuridad, en sí son una misma cosa). Cuando una partícula choca contra su anti-partícula simplemente desaparecen, se desvanecen, porque no puede existir la una sin la otra. Tomemos como ejemplo, el símbolo dualista-teológico de la civilización occidental: el Dios judeocristiano Yavé es el mismo Lucifer-diablo, el Satán es el mismo Cristo, coexisten en el mismo plasma mental que nace de la Biblia judía; sin el Satán judeomasónico no hay el Dios judeocristiano, son caras de una misma moneda, son un mismo esquema mental judío, así como el Lucifer hiperbóreo es uno con el demiurgo Yavé, son aspectos del mismo dualismo, otro lavado de cerebro más, otra forma de decadencia, la moralina de la dualidad. De igual forma, la “hermandad negra”, representantes del mal, expertos en engaño e hipocresía, se hacen pasar por la “hermandad blanca”, representantes del bien; sin embargo, la “hermandad blanca”, usando los mismos artilugios de engaño de sus oponentes, se infiltra en la “hermandad negra” queriendo vencerla, pero terminan por identificarse con ella. De esta forma ¿cómo podremos diferenciar la “hermandad negra” de la “hermandad blanca”? La “guerra de los dioses” termina siendo una farsa, una estafa, otra forma de esclavitud mental y espiritual, otra decadencia del alma colectiva que ha arruinado la psique humana y que le ha llevado a la total perdición. El “héroe”-“guerrero” tiene que liberarse de todo esquema mental religioso, por sanidad.
Estos mitos religiosos de los pueblos del dualismo en los que hay dioses que pelean contra demonios, forma parte de todo un plasma ideológico engendrado por la visión cerrada y dogmática del paradigma de la dualidad, que ha causado bastantes estragos, terribles frustraciones, desastres y tragedias a la especie humana en todo el transcurso de las eras.

Ya es hora que los símbolos de nuestro inconsciente se transformen hacia la expansión de lo divino, hacia la experiencia individual de cada persona con lo “divino” que es un arma de guerra contra el espíritu de la mentira y de la hipocresía que domina el mundo. Ser real con uno mismo, mantenerse firme, impecable, fiel y leal, es como lanzar una piedra a la cara de todo el inmundo sistema del zombi esclavo al servicio del poder establecido. Ser honestos es un puñetazo a la inmensa hipocresía religiosa e ideológica del putrefacto mundo de hoy.

El que nace vencedor siempre vencerá.