Thursday, October 07, 2010

LOS MONSTRUOS DE LA DUALIDAD


Mejor es casteñetear los dientes que adorar a los ídolos

Nietzsche, Así Habló Zaratustra



Es mejor ganar sin luchar

Sun Tzu, el arte de la guerra


Los enfermitos mentales de la psicopática sociedad humana actual, todavía dividen la realidad entre los opuestos, con la sesgada visión de verlo todo blanco o negro, bueno o malo, beneficioso o nocivo, alma o cuerpo, materia o espíritu... la eterna dialéctica heracliteana-hegeliana de la lucha de los contrarios, la misma enfermedad de la dualidad creada para forjar el ala de la “izquierda” y el ala de la “derecha” en el espectro político, ambos controlados por el mismo titeretero (sin el marco de referencia de la dualidad no existiera ni la izquierda ni la derecha). El piso masónico es como un tablero de ajedrez, cuadrados blancos y negros, son los monstruos de la dualidad, creadores del dualismo que empieza con la tremenda ignorancia, debilidad y miedo de la creencia en el “yo” o “yo soy”, propaganda de la infame nueva era.

Cuando el miedo por el espacio abierto del infinito crea al “yo”, comienza la dualidad del “yo”-“otro”, yo y no-yo, ser y no-ser, y así se origina la enajenación y la limitación que nos impide percibir nuestra realidad hacia un infinito que supera mil veces a la dualidad. Con la visión cuadrada y sesgada de la visión de los opuestos, la consciencia se encierra en esta prisión mental, viendo todo como yo y otro, malo y bueno, izquierda y derecha, noche y día, luz y oscuridad, adeptos del sol contra adeptos de la luna, adeptos de la materia contra adeptos del espíritu, etc; no llegan a percibir los enfermos de la dualidad que el "yo" no existe, pues necesitan sostenerse de este paradigma porque de lo contrario todo su sistema de creencias se desplomaría, su reino del yoísmo se desquebrajaría como un castillo de naipes.

NO EXISTE EL YO sin la dualidad, pues cuando percibimos el espacio abierto, como una sola piscina electromagnética infinita, somos ungidos en el espacio abierto del infinito, más allá del ser y de la nada, desaparece la dualidad, el yo desaparece, así somos más, una expansión-implosión mucho más majestuosa que el gran ser y la gran nada… más allá de la experiencia cumbre, no existen seres superiores, son engendros de la dualidad, es una locura creer en "seres superiores", ídolos, esto es un complejo de inferioridad. Maestros escondidos, superiores desconocidos, Dios o dioses buenos, yaveísmos y luciferismos, son un engendro mental psíquico de la dualidad que quiere salvaguardad al yoísmo.

Cuidado con los que afirman al “yo”, son mentirosos, con su nula y absurda metafísica destartalada del yo soy, “yo defiendo a mi yo”, están mintiendo, son impostores, porque para quien realmente ha despertado el espíritu no existe el “yo” más que en la ignorancia, en su engranaje psíquico, el yoísmo – su sistema de creencias- Este fantasma psíquico, producto del lavado cerebral de la dualidad, se sostiene con la creencia del “yo soy”, eje principal del Yo Soy del Dios de todos los monoteísmos, el supremo lavado cerebral, la adoración a los ídolos de la dualidad, pues tanto Dios como Lucifer son engendros de la dualidad.

Sin embargo, fundirse y sincronizar con el infinito de la totalidad se llega a pisotear al espectro psíquico del dualismo, y en la expansión hacia la superación de los opuestos, nos acercamos más al meollo del asunto, y vemos a la realidad tal como es: una danza de opuestos, pues nuestro cuerpo y nuestra mente son una sola cosa, en armonía, no existe el uno sin el otro, no hay distinción entre materia y mente, está demostrado que la materia tiene una propia mente, una propia consciencia, lo que demuestra aún más la falsedad de la dualidad entre mente/psique y cuerpo/materia tan predicada por los gnósticos maniqueos y sus continuadores teósofos, neotemplarios masones, neocátaros.

Los inmundos despreciadores del cuerpo, que no saben sentir el éxtasis de ser guerrero vitalista, los dualistas enfermos mentales ascetas que denigran la materia, y quienes afirman que la existencia material es malvada creada por el yaveísmo-demiugismo: esto es el extremo del dualismo provocado por los fanatismos religiosos monoteístas yaveístas y sus reaccionismos luciféricos, una nociva expresión terca y necia del ego "Yo Soy el que Soy y Soy" con todo su rebaño mental espeluznante del reíno del yoísmo, judaísmo.

Los amargados que no tienen el espíritu sano del músico, ni del poeta ni del danzante, que no pueden apreciar la verdadera belleza, quienes odian a la vida y al amor, en sus nefastas creencias rebajan a la fuerza vital, a la vida, como un “reflejo” o "mala copia" de otro mundo del más allá (odio del momento presente), y piensan que este mundo material es solo un plagio (rencor contra sí mismo-dolor). Creen que el mundo es como un espejo, porque desprecian su vida, odian por odiar, y en su rencor y desprecio hacia la existencia se entregan a su propia alienación y perdición mental dualista para luego formar religiones nefastas, adoración a ídolos e ideologías engendros del yaveísmo dualista del “yo soy el que soy”, como el cristianismo primitivo o el gnosticismo y maniqueísmo.

Si no existe la dualidad materia/espíritu, es preciso recordar que nunca hubo una Creación ni un comienzo de todas las cosas, menos aun es real el "yo soy el que soy" del monoteísmo. Lo más sensato es considerar a la esencia de toda las cosas como ETERNA, no existe un creador supremo, ni un ser supremo, ni ídolos, de tal manera que no encallemos en la dualidad infame adoradora de ídolos, de despreciadores del cuerpo, de odiadores de la materia y de la vida que ven a la existencia material diferente al espíritu. Hay que vencer la perdición del tiempo lineal creacionista del dualismo yaveísta y su ideal ascético que odia al cuerpo, pues somos extensiones hacia el infinito, no existen los ídolos, nuestra mente no existe sin el cuerpo y alcanza más allá del infinito, más que un Dios, porque la multiplicidad del infinito es una sola consciencia, la mente infinita, somos esa posibilidad.

Queda claro entonces que pensar en una “Creación” de la materia por un dios-demonio malvado, o un ser superior, es un engendro psíquico de la dualidad que ve a la materia diferente del espíritu. Son despreciadores de la vida, nunca aprendieron a bailar bien, los engendros del ideal ascético, no pueden ver al infinito estrellado, jamás sentirán el éxtasis.

Para quien no necesita a nadie que le den masticando la realidad y explicando el misterio de la existencia, no existe el “demiurgo creador”. Para quien ha entendido la Eternidad del Infinito, y la esencia de todas las cosas, nunca hubo un momento inicial, nunca hubo un comienzo, nunca hubo un “yo soy”, pues es producto de la ignorancia y el miedo. Mientras se afirma el “Yo Soy” del yoísmo yaveísta freudista, también automáticamente se afirma el Yo Soy del luciferismo gnóstico, ambos son engendros del mismo sistema de creencias nefasto de la dualidad, caras de la misma enfermedad psicopática de la sociedad actual.

Lo similar del gnosticismo y el budismo es la creencia de que la existencia es “dolor”, para ambas doctrinas hay un mecanismo para enfrentar ese supuesto dolor. Para el gnosticismo siempre hay un condicionamiento y adoración a ídolos para superar ese dolor, como es la creencia en Lucifer, quien también es “un ser superior”, un ídolo como el Dios de los yaveístas-demiurgistas, pero ídolo también. Sin embargo, para el budismo no es necesario un poder superior, sino un trabajo interno, donde no hay dioses más que uno mismo en el éxtasis de la iluminación y pureza y de la realización para enfrentar el sufrimiento y el dolor.

Ambas doctrinas parten del supuesto de que “todo es dolor”, del cual el filósofo pesimista Shopenhauer adoptó para formular su doctrina de la voluntad insatisfecha como esencia de ese dolor. Doctrinas del dolor las cuales discrepo infinitamente por su amargura, porque uno no debe sesgarse en la dualidad de verlo todo como dolor, esto es pesimismo, debilita a la fuerza vital. No hay dolor sin placer, son dos caras de la misma moneda, no hay luz sin oscuridad, no hay materia sin espíritu, no hay día sin noche… la realidad es que el dolor, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte son necesarios para que exista y se realice el placer, la juventud, la salud y la vida, la REALIZACIÓN. Si entendemos que no existe la dualidad más que en un sistema de creencias de monstruos enfermos mentales, y vencemos al miedo al espacio abierto del infinito, y nos vemos a nosotros mismos como extensiones de este espacio abierto del infinito, estamos por encima de la muerte, vencemos al dolor, a la dualidad, a la ignorancia, y así podemos volver a ese estado primordial de éxtasis, de baile, de poesía, de eterno presente, donde se encuentra la trascendencia, más allá de la gloria y la cumbre, la eterna SUPERACIÓN hacia la plenitud del ser.

Algún día volveremos a ese estado.
“El dolor es temporal, la alegría es infinita” decía Nietzsche.